CRÓNICA DE UNA VUELTA A LA IRREALIDAD

Escribí este post tras regresar de nuestro segundo gran viaje. 
Un viaje que nos llevó a descubrir India, Maldivas,
Sri Lanka, Malasia, Nueva Zelanda y Japón. 

EL LIMBO

Hay algo mágico cuando vuelas, y no lo digo por el hecho de que un tubo de aluminio que pesa toneladas y se mantiene en el aire gracias a fuerzas inexplicables te lleve de un punto A a un punto B, lo digo por lo raro que es subir al avión rodeada de olores, sabores, colores, etnias, flashbacks, vivencias y recuerdos y bajar rodeada de olores diferentes, sabores diferentes, colores diferentes, etnias diferentes, flashfowards, pensamientos y proyectos. (Un poco mágico lo es también por lo del tubo de aluminio, no me digas que no).

De Tokyo a Venecia hay 9.557 km y un mundo en mi cabeza.

VUELTA A LA IRREALIDAD

Yo creo que mis padres se creen que soy rara. Me paso casi dos años dando vueltas por ahí y a la vuelta me encierro en casa. No sé porque me pasa, pero me pasa. Necesito tiempo para estar sola, asimilando todo lo que viví, encontrando por fin el momento para pensar en todo lo que ha pasado en este tiempo, para intentar ordenar –de una vez- todas las piezas del puzzle que está aún más desordenado que antes de partir. La gente que vuelve de un viaje a menudo se reencuentra, pues yo me siento aún más perdida!

Es raro, en los primeros días tras volver de un viaje hay como un bloque dialéctico y emocional: tanto de que hablar y tan pocas palabras para contarlo, tanto sentido y tan pocas emociones demostradas. En el fondo sé que solo hay una persona que va a poder entender todo lo que he vivido, sentido, sufrido, gozado: Rober.

Un viaje así, narrado pierde mucho encanto. Puedo contarte las batallitas pero no hacerlas revivir, puedo describirte mi sueño pero nunca podré inocularte la emoción al realizarlo, puedo enseñarte las fotos pero no provocarte el escalofrío que me supuso el momento de sacarlas, puedo escribir pero ni siquiera encuentro la manera de ordenar todo lo que tengo en mi cabeza y esto me vuelve loca! Me encantaría poder hacerlo, pero ¿cómo?

Estoy muy feliz de estar de vuelta. Feliz de haber sorprendido a mis padres, feliz de haber visto a mi hermano. Feliz de dormir en mi habitación, la que dejé a los 18 años con mil proyectos de los cuales –creo- no cumplí ni uno y que ahora me acoge como una chica revolucionada, con una vida revolucionada. Soy una viajera atípica, mis vacaciones en familia siempre iban a parar al mismo sitio: Cavarzere, el pueblo de mi padre, a escasas dos horas y media de mi pueblo. Eso sí, en otra región (cosa que lo hacía muuucho más exótico: abandono mi Friuli y me voy al Veneto!).

No siempre soñé con viajar, que va. Yo quería ser psicóloga, casarme con mi primer novio y tener un hijo y una hija. Ah Ah Ah. Lo que cambian las cosas: mis amigas se casan y yo planifico el próximo viaje, welcome to my life.

Ahora mismo no puedo imaginar mi vida sedentaria, sin viajar, sin cambiar de rumbo y dejarme sorprender por todas las situaciones bizarras, irreales, casi oníricas, que los viajes han llevado a mi vida, es como una necesidad vital. Y sé que estas palabras las estoy escribiendo yo (desde aquella exótica Cavarzere, además) pero las podría estar escribiendo Rober. A veces me da la sensación de que hemos compartido tanto que hemos comenzado a usar el mismo cerebro!

Me gusta volver, me gusta retomar una rutina, tener un baño mío, una cama, una nevera, cocinar, tener un lío mental que no sé ni cómo empezar a ordenar! Sí, vale, tengo mi cerebro (y corazón) patas arriba, pero exactamente por eso tengo la oportunidad de arreglarlo, ordenarlo, tirar lo que no necesito y reemplazarlo con algo diferente, es como un reinicio. Como una terapia. Viajar es terapéutico, no tengo ninguna duda!

1 comentario en “CRÓNICA DE UNA VUELTA A LA IRREALIDAD”

  1. Viajar Lo cura Todo

    Por supuesto que viajar es terapéutico! Todos los que viajamos en pareja, aunque sea por períodos más cortos que lo vuestro, nos podemos sentir retratados en tus palabras Leti!

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