Es un gran clásico de la literatura estadounidense, uno de aquellos libros que puedes leer y releer y cada vez te enseña algo diferente. A través de las vivencias de Scout viajamos al sur de los Estados Unidos, donde aún siguen bien vivos prejuicios e injusticias de otro tiempo. Hoy vamos a hablarte de la obra maestra de Harper Lee (y una de sus dos únicas novelas): «Matar un ruiseñor«.
Maycomb, Alabama, años ’30. Un pueblo (ficticio) adormilado, aislado de todo, donde al aire sopla, o mejor dicho resopla, aburrido y hace ondear las banderas confederadas que aún tardarán en desaparecer. Creo que es importante destacar que Maycomb no es un simple escenario. Es uno de los grandes protagonistas del libro: sin él o mejor dicho, lejos de él, probablemente la historia que se cuenta jamás habría ocurrido…
“El día tenía 24 horas, pero parecía más largo. Nadie tenía prisa, porque no había adonde ir, nada que comprar, ni dinero con que comprarlo, ni nada que ver fuera de los límites del condado de Maycomb. Sin embargo era una época de vago optimismo para algunas personas: al condado de Maycomb se le dijo que no había nada a que temer, más que a sí mismo”.
“Maycomb quedó ignorado durante la Guerra de Secesión, la ley de Reconstrucción y la ruina económica la obligaron a crecer. Creció hacia dentro. Raramente se establecían allí personas forasteras: las mismas familias se unían en casamientos con otras mismas familias, hasta que todos los miembros de la comunidad tuvieron una ligera semejanza”.
“En Maycomb “un rato” significa un periodo de tiempo que oscila entre 3 días y 30 años”.
Algo que queda bien latente ya desde el principio es que la cotidianeidad de Maycomb está marcada por la pobreza (tanto física como moral) y, cómo no, por el racismo.
Pero no todos en Maycomb son iguales, hay personas que escapan de la sombra de los prejuicios y que, como muchas figuras de este tipo en tantos lugares, no encuentran la comprensión de gran parte de sus vecinos. Atticus es uno de estos adelantados a la época. Abogado, viudo y padre de nuestros protagonistas: Scout, una niña pizpireta, alegre, inteligente y con un fuerte carácter; y Jem, su hermano mayor que, a lo largo de las páginas del libro, se verá catapultado de la despreocupación de la infancia a las incomprensiones e injusticias que solo los ojos adultos pueden captar.
“Si solo hay una clase de personas, ¿por qué no pueden tolerarse unas a otras? Si todos son semejantes, ¿cómo salen de su camino para despreciarse unos a otros? Creo que empiezo a entender porqué Boo Radley ha estado encerrado en casa todo este tiempo… ha sido porque quiere estar dentro”.
“Miss Jean Louise (Scout), tú no sabes que tu padre no es un hombre corriente, tardarás unos años todavía en darte cuenta, no has visto aún bastante mundo. No has visto siquiera esta ciudad, pero todo lo que tienes que hacer es volver a entrar en el edificio del juzgado”.
Al comienzo del libro la autora nos narra las aventuras de los dos hermanos, juntos con su amigo Dill. La diana de sus juegos y cavilaciones es un vecino misterioso, que nunca sale de casa: Boo Radley. Es en uno de esos días despreocupados cuando Atticus les da una lección que nunca olvidarían:
“Matad todos los arrendajos azules que queráis, si podéis darles, pero recordad que matar un ruiseñor es pecado (…). Los ruiseñores no se dedican a otra cosa que a cantar para alegrarnos. No devoran los frutos de los huertos, no anidan en los arcones del maíz, no hacen nada más que derramar el corazón cantando para nuestro deleite. Por eso es pecado matar un ruiseñor”.
Pero pronto un hecho hace temblar los cimientos de Maycomb y atrae toda la atención: Tom Robinson es acusado de violar a Mayella Ewell. A Atticus viene encargada su defensa. Hay un detalle que lo cambia todo: Tom Robinson es negro y no importará si la verdad está de su lado, el color de su piel ya le había condenado desde el principio. Y aquí está la clave de la trama… se desencadenarán venganzas, juicios morales, muertes y unas cuantas sorpresas.
“Los testigos de la acusación se han presentado ante ustedes con la cínica confianza de que nadie dudaría de su testimonio, confiados en que comparten su misma presunción (la malvada presunción) de que todos los negros mienten, de que todos los negros son fundamentalmente seres inmorales… Ustedes saben la verdad, y la verdad es que algunos negros mienten, algunos son inmorales. Pero ésta es una verdad que se aplica a toda la especie humana, y no a una raza particular de hombre”.
“La atmósfera de la sala era exactamente la misma que en una fría mañana de febrero, cuando los ruiseñores estaban callados”.
“Un jurado no mira nunca al acusado al cual acaba de condenar: ninguno de aquellos hombres miró a Tom Robinson”.
Tampoco quiero desvelar mucho más de la trama, pero solo déjame decirte que Harper Lee se basó en su propia historia para crear la de Scout: ella misma nació en un pueblo de Alabama, su padre era un abogado culto y de fuertes principios.
Y otra curiosidad: uno de sus grandes amigos fue Truman Capote, quien, en más de una ocasión, contó que Harper Lee se había inspirado en ellos dos para crear los personajes de Jem y Dill y que uno de sus pasatiempos favoritos no era ir al cine, como los demás niños, sino colarse en las aulas de los tribunales para poder asistir a algo mucho más real y menos fantasioso que lo que se proyectaba en la gran pantalla.
«Matar un ruiseñor» sacudió tanto a la sociedad americana de los ’60 que Harper Lee ganó el premio Pulitzer con su primera novela (la segunda habría de esperar hasta 2015, un año antes de su muerte).
Una de las cosas que más me gustó del libro es que la autora supo plasmar el carácter y la inocencia de los niños de manera realista y tierna, y que aunque trata temas serios, que sacuden inevitablemente las consciencias, consiguió aquel toque de humor inocente, fresco y espontaneo, tan propio de la infancia.
“Atticus decía que el dar nombre de generales confederados a las personas convertía poco a poco a éstas en bebedores empedernidos”.
Y por supuesto todo el hilo narrativo que gira alrededor del ruiseñor, tan importante que aparece varias veces a lo largo del libro y que hasta nos regala una lección final.
“(…) Sí, señor, lo comprendo. Hubiera sido una cosa así como matar un ruiseñor”.
Es increíble ver como un libro ambientado en los años ‘30 de la Gran Depresión, publicado en 1960, en plena época de segregación racial (la marcha en Washington D.C. organizada por Martin Luther King fue en 1963), aún hoy, en pleno auge del movimiento Black Lives Matter, sigue siendo actual.
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En definitiva, «Matar un ruiseñor» es uno de esos libros que todos deberíamos leer, una pequeña-gran joya literaria que enternece, saca sonrisas y lagrimas, hace reflexionar y te entra dentro. ¿Hay algo más que se pueda pedir a un libro?
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1 comentario en “Viajando con libros: «Matar a un ruiseñor», de Harper Lee”
Apenas había oído del libro, con esta descripción capaz me lo compro, muchas gracias por recomendarlo.