María Garrido
Siempre soñé con viajar. Incluso mucho antes de saber lo que esta palabra significaba.
Mi cabeza se transportaba a lugares exóticos y lejanos aún cuando mi mayor desplazamiento físico se limitaba a unas vacaciones familiares en alguna playa del mediterráneo.
Cuando llegó el momento de volar del nido familiar y escoger universidad, me pareció natural trasladarme a una de las ciudades más multiculturales de Europa y escogí Madrid con la esperanza de empaparme de la riqueza cultural de las personas de distintos rincones del mundo que habitan en ella.
Aunque ahora parezca algo bastante normal, hace más de veinte años decidir viajar en tren por Europa con un grupo de amigas era toda una aventura y esa fue la primera de las incontables que vendrían después.
Durante mis años de universidad me enamoré de un Erasmus, italiano claro! Las visitas a su país fueron un regalo que me permitió descubrir un mundo nuevo de arte, cultura y palabras. Durante 14 años tuve la suerte de descubrir el mundo con él. Fui una inmigrante en Berlín y sentí lo difícil que puede llegar a ser vivir en otro país. Volé a otros continentes y vi con mis propios ojos (esta vez abiertos) ese exotismo con el que tanto había soñado siendo solo una niña. Tras estas pequeñas incursiones a mundos lejanos, me embarqué con mi italiano en un viaje de 15 meses por todo el globo y solo puedo decir de ello que debería ser una experiencia obligatoria para todos. Cuando mi relación terminó, tuve que afrontar el reto de aprender a viajar sola.
Viví en Australia, Indonesia y Portugal, donde sigo viviendo hoy en día.
Hay muchas cosas en la vida que me apasionan y me hacen querer disfrutar de cada segundo de ella, pero si tuviera que escoger solo una, no duraría ni un instante en decir VIAJAR, porque viajando tarde o temprano puedo tener todas las demás.
Por cierto, soy María y estoy escribiendo estas líneas porque un día hace muchos, muchos años me crucé con los fantásticos Lety y Rober en la increíble Nueva Zelanda.