El último día en Bagan lo pasamos escribiendo emails, descansando, disfrutando de los paisajes y comprando el billete de autobús, por lastima no pudimos hacer el recorrido hasta Mandalay en barco ya que no salía hasta 3 días mas tarde, la próxima vez será. Finalmente nos decantamos por comprar el billete de bus mas barato… que gran error!
Nos dicen que a las 9am nos recogerá un pick-up al hostal, perfecto! Desayunamos y esperamos en la terracita a que aparezca nuestra furgoneta, pero en vez de esta, aparca ante nosotros una especie de minibús, aparentemente cargado hasta los topes (digo aparentemente porque más adelante comprobaríamos la increíble capacidad de carga de estos bichos). Incluso en el techo hay gente, de hecho es el primer sitio que nos ofrecen para viajar. Ni locos!
En un principio nos vino la duda/esperanza “Será este el pick-up que nos lleve a una estación a las afueras para montarnos en un bus de verdad?”. La realidad cayó sobre nuestras consciencias cuando después de una hora de camino sobre el hipercargado e incomodo pickup, nos dimos cuenta que de pickup nada: este era el bus! Total, 8 horas de trayecto entre pistas de barro, carreteras semiasfaltadas, mil paradas a recoger gente y sus bultos, bultos, bultos… ¿cómo pueden caber tantos trastos? Es imposible! Solo faltaba la musiquita del tetris!!
Apretujones, pisotones, agua, aire, el culo sufriendo en cada bote… en fin un infierno de viaje. Tendría que haber durado 6 horas, que os aseguramos sobre este cacharro no pasaron rápido, y si a esto le sumamos 2 horitas mas de retraso, pues lsa ganas de tirarnos por la ventana a ratos no nos han faltado.
Pero estamos contentos. Gracias a esta odisea hemos podido ver de cerca y mejor la verdadera vida birmana: la amabilidad mezclada con la curiosidad que tienen con los extranjeros, la naturalidad con la que comparten su comida, la reciproca ayuda que continuamente se ofrecen. Hemos cruzado pueblos perdidos, manadas de vacas y cabras, encontrado vendedoras que llevan encima de su cabeza naranjas, patatas, maíz y hasta teteras! Pasamos también por zonas devastadas por las grandes lluvias que están cayendo y nos hemos concienciado de cómo es de difícil para los birmanos viajar de un punto al otro de su propia tierra : algún pasajero se quedó las 8 horas en la parte de arriba de la furgoneta, bajo el sol y la lluvia, y otros de pié.
Fue incomodo y no volveríamos a repetirlo a priori pero fue toda una experiencia. La llegada a Mandalay no fue menos anecdótica: este día parecía que el caos no quisiera abandonarnos. La estación consistía en una serie de caminos embarrados y con las mochilas a cuestas, la lluvia que caía a cantaros, los cientos de buscasvidas… fue un autentico alivio poder llegar al hotel, tumbarnos y darnos una ducha bien calentita.
En el próximo post… nuestras adventurillas por Mandalay y sus alrededores.
3 comentarios en “La historia de los asientos 7 y 8”
cavolo!!!!! bella la comodità!!!!! ma come il solito…..che invidia!!!!! mille baci mamma
Hola Chicos!! consulta conocen otra empresa de buses que sea mejor?? para tenerlo en cuenta! Gracias!
Ni idea… :S